lunes, 27 de junio de 2011

Educación para una sexualidad formal y humanizada.

        Una auténtica educación sexual debe ser:
Formal: como formadora de valores en una adecuada escala jerárquica.
Humanizada: teniendo en cuenta a la persona humana en su integridad física, psíquica y espiritual.
Si hablamos de educación sexual debemos tener en cuenta que nos referimos a un proceso educativo y no informativo, ya que la información es solo un instrumento para llegar a la educación. Si el proceso queda solamente en la información, la educación no ha tenido lugar..
         Estar educado significa, en términos generales, poder responder satisfactoriamente ante cualquier circunstancia. En el tema en cuestión, si a mí me enseñan como amar, ser hombre, padre, esposo, persona, cada vez que aparezca cada una de estas circunstancias sabré como comportarme si se ha cumplido satisfactoriamente mi proceso educativo.
         La educación sexual es, en primer término, una educación para el amor, es decir, para desarrollar conductas altruistas, en segundo lugar una educación para el rol, lo que equivale a decir para poder cumplir con nuestro destino de hombre o de mujer. Si se cumplen estos dos primeros términos, y su destino de hombre o de mujer es el matrimonio, el tercero, que es arribar a la genitalidad, se daría como una lógica consecuencia; la genitalidad sería el amor humano adulto en sus expresiones conductuales y en sus contenidos psicoemocionales, en donde el acto sexual constituye una forma más de comunicación que tiene la pareja humana –estable y permanente- y que no es la única ni la más importante.
         La educación sexual, entonces, sólo puede entenderse como una educación del carácter y tiende al desarrollo del conocimiento de los aspecto físicos, psicológicos, emocionales, espirituales y sociales en las relaciones humanas.
         Los padres son los primeros y más importantes educadores en sexualidad.
         Una de las cosas que han surgido como producto del avance del conocimiento científico en el campo de la psicología es que la calidad del cuidado que los padres proporcionan a sus hijos es de vital importancia en su futuro emocional y en su salud mental. Estos cuidados son los que hacen que el individuo acepte y sepa asumir su sexo, es decir su condición sexuada de hombre o de mujer, y su sexualidad, lo cual significa su capacidad de amar y de relacionarse con el otro sexo en condiciones de madurez psicoemocional.
         La familia se forma en derredor del hijo y en función de este, es tan importante la relación que guardan entre sí sus miembros que se da el reflejo de la relación que cada uno establece con el niño, afectando en gran medida su vida afectiva.
         Los niños necesitan que sus padres los quieran, pero también necesitan, y mucho más de lo que se piensa que sus padres se quieran.

Por Gisela Izurieta para Unión de Familias Argentinas.
(Citando la fuente, se autoriza la reproducción parcial o total de este artículo)
 


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